mayo 04, 2005

Cuestión de culos

Ya me aficioné. No puedo negarlo. Sí, mi lugar preferido para leer, luego de la cama, era el baño. Y eso era magnífico, sobre todo cuando tenía mucho tiempo para "ir y hacer" ("hacer del cuerpo", diría el poeta). Ahora tengo un trabajo que me hace sentir "importantemente subpagado" de lunes a viernes.Gacias a éste, al tener que moverme todos los días en metro, he vencido uno de mis más grandes problemas como lector: el marearme con el movimiento del medio en el que viajo.No sé (y no quiero saberlo) si continuaré mareándome cuando intento leer en un auto, en un tranvía o trolebús. Lo que sé ahora es que he dejado de marearme cuando viajo en metro y leo -ya antes había descubierto que también soporto el autobús. Y aprovecho.Como siempre salgo un poquitín en retardo de casa, la lectura (además del placer por sí misma) me ha dado el poder de abstraerme de esos disgustosos detalles que todo trabajador debe sufrir al menos una media hora de ida y otra de regreso al/del trabajo: el metro se retrasa o se queda detenido en la estación por más de lo debido porque 10 estaciones más adelante alguien decidió terminar con su vida tirándose a las vías; el soportar los días de bloqueo del tráfico de automóviles y el consiguiente sobrepoblamiento de los vagones con aquellos que de costumbre viajan en auto y que ahora no pueden; el que el aprovechado de turno se meta al vagón y escoja un sitio minúsculo que hay a tu lado y deje el portafolio en el suelo (sin pensar que de inmediato se convierte en un obstáculo para las sardinas en que nos hemos convertido), abra el periódico y use tu hombro para apoyarse mientras lee como si estuviera en la mesa de su sala tomándose un café con un perro a los pies que mueve la cola con cualquier signo pequeño de vida del patrón (aunque éste se mueva únicamente para sacarse un moco de la nariz).Beh, la abstracción de lo que no me gusta comienza apenas me subo al vagón y tiene una duración, repartida en dos tiempos (debo transbordar) de aproximadamente 35 minutos divididos en aprox. 25 ó 28 minutos del primer trayecto -línea roja- y 8 ó 10 del segundo trayecto -línea amarilla. Los dos minutos que me sobran los paso caminando de una línea a otra, durante el transbordo.Y es aquí donde me asaltan los culos.No se me tome a mal. A pesar de que tengo fama de caliente no soy lo que se puede llamar un tipo vulgar. Me explico: no niego que me gusta imaginar cómo sería un round sexual con la chica del asiento de frente a mí, o si esa señora con un par de senos impresionantes tomaría a mal si, sin ninguna malicia por mi parte -sólo la satisfacción de una curiosidad-, me acercara y hundiera el rostro en medio de sus mamíferas bondades tan sólo para saber qué se siente.Esas cosas sólo las pienso. Nunca las hago. No me atrevería.Es más, cuando voy por la calle y veo acercarse en sentido contrario una muchacha que me atrae físicamente, en lugar de mirarla y recorrer su cuerpo durante todo el tiempo que dura la visibilidad que de ella tengo, prefiero desviar la mirada y esperar a que se aleje de mi vista. Luego la evoco y descubro que de haberla mirado algún segundo más, hubiera podido retener más detalles físicos que luego me podrían servir para fantasear un poco.Es así que con todos estos temores la vida me dio sin yo buscarlo la oportunidad de observar sin ser observado (al menos eso creo).Sucede en las escaleras eléctricas o en los pasillos. Lo quiera o no, siempre, algunos pasos o escalones delante de mí hay alguna mujer con un culo que se distingue del resto (de los culos), sea por su tamaño, su configuración o simplemente porque el resto (de la poseedora) me llama la atención.Una de mis primeras observaciones fue que los culos de las mujeres milanesas son como flores: en invierno se encierran en sí mismos o incluso pareciera que se marchitan. Luego, en primavera, florecen.Es cierto, y no lo digo como "hombre" (ni mucho menos como "macho") sino como "curioso del fenómeno": mientras que en invierno las milanesas son decididamente planas, en primavera se vuelven "redonditas". Ya en verano imagino que, como consecuencia natural de este "efecto invernadero", las milanesas terminarán por usar una talla más de pantalones.Esto me recuerda una teoría de un primo acerca de las mujeres de Toluca (Estado de México): que todas tienen las nalgas planas por el frío. Lo malo (para él) es que en Toluca el frío es casi una constante, meintras que en Milán el clima es variable (y, afortunadamente para mis observaciones) extremoso. Si añadimos que Milán es una de las llamadas "Capitales de la moda", obtenemos un portafolios fotográfico mental vastísimo.Ok. Supongo que a nadie le interesa lo que cuento. Me sirve para narrar y para, cuando me decida, comentar por ejemplo sobre lo que leo cuando viajo. Y cuando no estoy observando culos.