"Apenas me queda tiempo" es una frase que creí haber olvidado.
Resulta que desde hace un mes estoy a prueba en una sociedad que se dedica a hacer "software a la medida". La prueba es para ver qué tan oxidado estaba. Y en realidad estaba oxidado, pero bastaron dos días para retomar el impulso. Y aquí me tengo: levantándome temprano (yo, que siempre he sido trasnochador) y manteniéndome activo con café (por fin logré dominar el espresso verdaderamente italiano).
Me siento bien, a pesar de que este retomar la vida a la cual me había dedicado durante casi doce años (y hasta antes de mi partida para Italia) me ha costado algo de trabajo. Por ejemplo, ya no puedo ver mis programas preferidos de TV, ya que los pasan muy temprano (cuando estoy en el trabajo) o demasiado tarde (cuando estoy en el quinto sueño).
Uno dice "me pongo a leer". Aún no concilio la lectura con el poco tiempo que me queda... a menos que recurra al viejo y querido truco de leer en el baño igual que el comisario Fierro, quien de tanto leer en el baño agarró la costumbre de orinar sentado.
En cuanto a la escritura... todavía más jodido. Pero eso me ha servido para retomar la costumbre (pasito a pasito) de escribir a mano. Vuelta a las sensaciones de estrenar un cuaderno nuevo, de buscar la pluma apropiada, de encabronarse porque en la primera línea de la primera página ya cometiste una burrada, etc. Ah, pero eso sí, a mí se me da la gana escribir con letra inglesa y pluma estilográfica. Vamos aprocechando para practicar la caligrafía (otro de mis pasatiempos autodidactas).
Eso, lo sabía. Esto es un "escritorio compulsivo"; casi un Querido diario. Dan envidia los Blogs de los amigos, que están escritos con tanto cuidado que uno podría recortar muchos de los posts y hacer un libro.
Beh, al menos alguien que venga podrá esperarse de este espacio lo que sea: ni tanta literatura ni puro cine ni puras filosofías puras ni matemáticas. Poco de cada cosa (que es mejor que nada de todo).
Ahí va éste, que aunque es una jalada al menos sirve para "usufructuar" y, como dice la amiga a la que a veces llamo dulcísima, para "crear una infraestructura del monólogo".
Ya, no me miren así: ¿acaso uno no se puede decir puras pendejadas de vez en cuando?